lunes, 8 de octubre de 2007

Blood & Rain (Relato de terror)

Con la enorme guadaña a la espalda, sintiendo la lluvia empapar sus cabellos un ser que debió haber muerto hace muchos siglos avanzaba sigiloso en la noche. Caminó durante largos minutos en la total soledad, sin encontrarse a nadie por el camino. Otra alma errante se cruzó de camino a la fiesta, era un joven de unos diecisiete años, que vestía íntegramente de negro y llevaba todo tipo de accesorios satánicos. Era uno de los llamados "dark" que habían sido convocados aquella noche en un abandonado psiquiátrico de las afueras de un solitario pueblo por una secta que lideraba una chica que se hacía llamar "la esclava". El chico ahogó un grito al verle y apretó el paso cuando el ser le dedicó una maligna sonrisa. Esos darks le daban muchos problemas, odiaba a aquellos imbéciles que anhelaban convertirse en vampiros, beber sangre y salir de caza.¡Idiotas¡ todos ellos creían que podrían soportar el peso de ser vampiro, que ellos serían diferentes, ciegos al horrible destino de las criaturas de la noche. El lo sabía bien, una vez fue uno de esos idiotas, hace ya varios siglos. Anhelaba con toda su alma entregarse a la oscuridad, convertirse en bebedor de sangre y conocer la inmortalidad. Pero cuando su deseo finalmente fue concedido y logró obtener el don de los vampiros todo se le escapó de las manos. Asesinó él mismo a su familia para borrar cualquier huella de su existencia mortal, renaciendo con un nombre que ahora ya no recuerda. Pronto fue cuando comprendió su error, tal vez demasiado tarde. Vio lo que significaba ser un vampiro y se juró a si mismo que dedicaría su inmortalidad a acabar como fuera con los vampiros. Durante siglos se alimentó de la sangre de los de su especie, llegando a ser más poderoso que cualquier otro. Tuvo muchos nombres, primero fue Darloer, luego el cazador de sombras y finalmente los mismos vampiros le bautizaron como el Exterminador. Siempre manteniéndose en las sombras a cazado a los vampiros y ellos le han intentado cazar. Pero el paso de los siglos sólo había dejado a un vencedor, convirtiendo al Exterminador en algo más que un simple vampiro. No podía soportar a los satánicos, le ponían enfermo. Siempre se había mantenido al margen para evitar no salir a la luz, pero esta vez se habían pasado, y mucho...

Aquella que se hacía llamar "la esclava" era una vampira muy antigua, casi tanto como él. Más de una vez se habían enfrentado, pero ella siempre lograba escapar, era una criatura muy ágil y escurridiza. Al contrario que el Exterminador ella no tuvo problemas para adaptarse a los nuevos tiempos, liderando una secta de fanáticos del vampirismo a los que prometía entregar el don de la inmortalidad cuando llegara el momento. A la congregación de hoy llegaban darks convocados por internet de varios países. La noche prometía ser una orgía de sangre y sexo memorables, con la esclava como anfitriona. Normalmente el no habría intervenido de no ser porque la esclava pretendía crear un pequeño ejercito oscuro de vampiros esa noche, cosa que el Exterminador no estaba dispuesto a permitir. Tras un rato caminando en silencio divisó entre la lluvia el psiquiátrico abandonado, que languidecía en lo alto de una pequeña colina. Podían divisarse decenas de coches aparcados frente al lugar, aunque no se divisara luz alguna desde el exterior. El Exterminador se plantó con su metro noventa y ocho de altura frente a la vieja puerta de madera, custodiada por un par de gorilas humanos armados. Un grupo de seis darks que estaban a punto de entrar lo vieron petrificado como una estatua a pocos metros de la puerta y se quedaron atónitos mirándolo. Uno de ellos se armó de valor y pensando que estaba protegido por algún demonio se dirigió al Exterminador, que seguía impasible. Su larga melena negra y violeta era agitada por el viento y la lluvia impidiendo que el muchacho viera su rostro totalmente negro, pues el Exterminador se lo pintaba así como muestra de desprecio por el tono paliducho que había heredado de los de su especie. El chico pareció enmudecer ante aquella mole enfundada en un largo abrigo pero finalmente preguntó:

¿Eres un vampiro? el Exterminador clavó sus fulminantes ojos rojos sobre el chico, que retrocedió atemorizado.

Lo fui, respondió con una voz que helaría el corazón más valiente.

¿Entonces que eres ahora? preguntó cada vez más asustado. El Exterminador sacó lentamente la guadaña, blandiéndola con sobrehumana habilidad.
Para ti soy...la muerte. Antes de que el chico pudiera reaccionar el Exterminador descargó la brutal guadaña sobre él partiéndolo en dos como si fuera una rama. La sangre del chico empapó el húmedo suelo y sus valientes compañeros empezaron a gritar como locos mientras los dos tipos de seguridad descargaban sus inútiles armas de fuego sobre él sin hacerle el menor efecto. El Exterminador avanzó enseñando sus afilados colmillos.
Ya es hora de que alguien les enseñe lo que es el poder del infierno, exclamó asesinando a los de seguridad.

Dentro se estaba consumando la fiesta dark de sus vidas, todo estaba saliendo a pedir de boca. El psiquiátrico estaba muy sucio, con paredes manchada con la sangre de anteriores sacrificios y aspecto de estar en ruinas. La poca luz que provenía de las velas negras alumbraba escenas sádicas de sexo bajo cruces invertidas, mensajes satánicos escritos en cada rincón y estrellas de cinco puntas ardiendo a ritmo de Death metal. Pero de pronto la puerta de la entrada reventó en miles de astillas bajo el peso de la guadaña y muchos creyeron que la muerte había acudido al fin a su llamada. El Exterminador avanzó lentamente haciendo crujir el viejo suelo con sus grandes botas militares, mientras varios asistentes se quedaban hipnotizados mirándole, sin saber como reaccionar en el estrecho pasillo de entrada, ante la atenta mirada del Exterminador. Como un toro salvaje arremetió la mole contra los darks con la guadaña por delante desatando una carnicería en segundos que bañó las paredes con sangre satánica. A un pequeño grupo de cinco les sesgó a la altura de la rodilla cayendo sus cuerpos mutilados al suelo en brutal agonía. Pero eso no había sido ni un calentamiento para él, necesitaba más. Un hombre de unos treinta años estaba azotando a una joven en un pequeño cuarto cuando escuchó un ruido en el pasillo y se detuvo, la joven se giró extrañada.

¿Que ocurre?

He oído algo, voy a asomar la cabeza, el hombre se asomó y una milésima de segundo después su cuerpo se desplomaba sin vida decapitado, ante los gritos de horror de la joven, que vio como un enorme carnicero manchado con el liquido vital de sus victimas no mostraba ningún sentimiento antes de aplastarle su frágil cabeza con sus botas contra el suelo. En otra habitación un joven practicaba necrofilia con un mugriento cadáver que haría vomitar a más de uno cuando entró el Exterminador y sin mediar palabra le agarró con una mano la cabeza por detrás y le chocó contra la de la muerta tantas veces que se le fracturó el cráneo. El Exterminador se ensañó con la cabeza molida del joven hasta que el encéfalo se desparramó en sus manos. La sangrienta mole siguió irrumpiendo una a una en las pequeñas habitaciones de esa parte del psiquiátrico, dejando tras de si un rastro de cadáveres. Algunos desesperados se le arrodillaron a sus pies implorando la muerte y allí mismo la encontraron.


Hubo un gótico grande y fuerte que se interpuso en su camino, parecía querer luchar contra él. Le soltó una patada que el Exterminador paró en seco en al aire retorciéndole la pierna para que gritara de dolor. Cuando el gótico cojeaba asustado un rápido movimiento de guadaña le abrió una brecha en el estomago por la salieron calientes sus intestinos, mientras el gótico intentaba retenerlos dentro desesperado. A los pocos segundos su cuerpo calló al suelo sin vida, siendo pisoteado por su asesino al pasar.

Movido por una insaciable sed de muerte el Exterminador entró en la gran sala de rituales, una sala donde habría reunidos a la luz de las velas al menos doscientos fanáticos encapuchados, que escuchaban Death Metal esperando a que la esclava hiciera su aparición en el pequeño altar que le habían preparado, pero en lugar de su amada líder vieron estupefactos como la misma encarnación de la muerte se situaba decidida en el altar, provocando que instantáneamente varios fanáticos se arrodillaran al reconocer en él un ser superior. Pero el colosal asesino que ante ellos se alzaba escuchó la música, la reconoció y dijo con la voz más diabólica que habían escuchado nunca.

Idiotas, ponéis banda sonora a vuestro funeral, los fanáticos sacaron cuchillos rituales de sus ropajes y fueron en masa a atacarle, siendo segados como el agricultor siega el trigo. El Exterminador movía su guadaña a gran velocidad rebanando todo lo que se ponía por delante, llegando a matar a casi diez fanáticos de un solo golpe. Olas de sangre surgían cada vez que el monstruoso ser atacaba, desperdigando miembros sueltos por toda la sala, que pronto se convirtió en el escenario de una masacre indiscriminada, quedando el Exterminador en el medio, rodeado por los cuerpos mutilados de aquellos que ansiaban la muerte y la vida eternas a la vez. El Exterminador notó que el resto de participantes de la reunión se estaban marchando acojonados pero no le importó, así advertirían al mundo lo que le pasa a los que juegan con poderes que no controlan. Su objetivo seguía en la casa, esperándole al fondo de una escalera que conducía a la planta superior. Los peldaños crujían resquebrajándose al sentir su peso, así como pequeños cachos del techo se venían abajo frente a su poderosa pisada. Se detuvo frente a una vieja puerta cerrada con varios candados, podía oír su jadeante respiración al otro lado suplicándole que entrara para acabar con su vida. La puerta no resistió un golpe con el canto de la mano y el Exterminador entró en una especie de trastero donde había guardados todo tipo de objetos religiosos acumulados hasta la saturación. Aquel sitio parecía el fruto de una mente perturbada, que había usado esa gran habitación como refugio de sus siniestras fantasías. Ni un atisbo de luz se filtraba por el techo, sin embargo el Exterminador vio perfectamente a la esclava entre dos grandes figuras de santos a tamaño real. Seguía conservando intacto su bello rostro arrogante de vampira, de piel más blanca que el mismo mármol. Sus negros cabellos azabaches le caían perpendiculares sobre los fuertes hombros, resaltando su ágil figura la pegada cazadora de cuero negra que llevaba, así como el resto del look "gótico" llevado al extremo. En su delicada mano derecha empuñaba una larga espada acabada en oro y plata que era digna de su poder.

Veo que aun no has muerto Darloer, dijo clavando en el Exterminador sus brillantes ojos azules.


Solo me permitiré el lujo de morir cuando todos los vampiros hallan caído bajo mi guadaña, el Exterminador sonrió, hacía décadas que no hablaba con alguien y durante un segundo deseó poder pasar algún tiempo con la esclava, pero al sentir la sangre resbalando por su cara recordó su misión.

Aquí acaba tu historia cazador de sombras, la esclava se lanzó contra el Exterminador soltando mandobles como una loca, que este desviaba con la guadaña rápido como el pensamiento. La esclava logró hacerle un corte profundo y el Exterminador le devolvió el favor agarrando una de las estatuas de los santos y estrellándosela en la misma cabeza. El filo de la guadaña pasó a escasos centímetros de la fina piel de la esclava, que usó su agilidad para esquivar al Exterminador, camuflándose entre los objetos de aquel tétrico lugar.

¿Que ocurre Exterminador?¿soy demasiado rápida para ti? decía la esclava moviéndose como un rápido felino de un lado para otro sin parar. La esclava surgió de entre las sombras asestándole un fuerte tajo en el hombro que hizo manar la sangre del cazavampiros. El Exterminador se quedó muy quieto en el centro de la sala tras el ataque, mientras la esclava pudiera camuflarse y asaltarle por sorpresa su enemiga tendría ventaja. Cogiendo impulso subió raudo por la pared y aterrizó violentamente descargando toda la furia de su guadaña contra el viejo suelo de madera que cedió desplomándose arrastrando consigo al Exterminador y la esclava. Cayeron entre escombros sobre la sala de la carnicería, donde ahora un nauseabundo olor impregnaba toda la sala, mezcla de suciedad antigua y hedor a muerte. Levantándose, los viejos vampiros reemprendieron su lucha sin cuartel que se fue recrudeciendo con el paso de los minutos. La esclava le propinó un rápido corte en las rodillas que hizo tambalearse al Exterminador, tras lo cual la vampira intentó amputarle el brazo izquierdo de cuajo pero erró en su acometida y tan solo logró hacerle una sangrante herida. El Exterminador movió con letal precisión su guadaña clavándosela en el estomago a la esclava y estrellándola con todas su fuerzas contra la pared. Los dos se miraron jadeantes, ambos habían perdido mucha sangre y ya casi no podían aguantarse en pie. Con gran esfuerzo los dos seres sobrenaturales se acometieron en un último lance en el cual el Exterminador intentó partirla en dos con la guadaña, pero la esclava lo esquivó astuta y clavó hasta el fondo su poderosa espada en el abdomen del Exterminador, que retrocedió tambaleándose con la espada incrustada. La esclava vio satisfecha como el gran vampiro perdía las fuerzas por momentos, arrodillándose en un charco de su propia sangre. Pero cuando ya cantaba victoria vio sin dar crédito como el ensangrentado ser se levantaba apoyándose en su gran guadaña, resistiéndose a morir sin haber cumplido su promesa. El Exterminador dejó las armas en el suelo y se arrojó contra la esclava buscando su delicado cuello. Esta intentó resistirse como pudo, le arañó y golpeó sin descanso, pero el Exterminador poseía una fuerza extrema contra la que no podía competir. Hundiendo sus poderosos colmillos en la fría carne el inmortal asesino bebió hasta la última gota de sangre de la esclava, cuyo cuerpo se desplomó muerto en el suelo en cuanto el Exterminador la soltó. Guadaña en mano de nuevo se relamió excitado y emprendió una búsqueda de líquido inflamable por toda la casa escuchando de fondo la cañera música. Minutos después la lluvia le limpiaba el ensangrentado cuerpo mientras caminaba a paso rápido. Echó un último vistazo al ardiente psiquiátrico que se consumía envuelto en un mar de llamas y aquel ser desapareció como si la noche se lo hubiera tragado, volviendo a las sombras.

martes, 2 de octubre de 2007

La Maldición del Mary Celeste


El 5 de diciembre de 1872, el vigía de la nave británica Dei Gratia avisto un barco que parecía tener problemas. Tres tripulantes bajaron la chalupa del Dei Gratia y remaron hasta el barco en peligro para ofrecerle ayuda. Treparon por la barandilla y llegaron a la cubierta; salvo por el sonido del viento en las velas y el inquietante crujido del maderamen, no se oía nada. Los marineros registraron el barco desde los mástiles hasta la bodega y lo encontraron en excelentes condiciones, pero no había ni un alma a bordo. La tripulación había desaparecido sin dejar rastro.

El barco se llamaba Mary Celeste.

La desaparición de la tripulación de este barco es el elemento central de la larga historia de desgracias del Mary Celeste. Atraía la mala suerte como el imán atrae las limaduras de hierro. Los supersticiosos dirían que era yeta, y casi habría que darles la razón.

El Mary Celeste fue construido en 1860, en los astilleros de Joshua Dewis, situados en Spencer's Island, Nueva Escocia; fue el primer barco de un consorcio de constructores navales. Originalmente se llamó Amazon, y fue botado en 1861, el año en que comenzó la guerra civil norteamericana. Las tragedias empezaron poco después, cuando su primer capitán, un escocés llamado Robert McLellan, cayó enfermo y murió. Entonces asumió el mando un tal John Nutting Parker, quien capitaneó el primer viaje del Amazon, pero el barco tropezó con una encañizada de pesca cerca de Maine, sufrió daños en el casco y tuvo que volver a los astilleros para ser reparado. Mientras estaba allí se produjo un incendio, que costó el puesto al capitán Parker..

El Amazon cruzó por primera vez el Atlántico sin problemas, hasta que llegó al estrecho de Dover y choco con un bergantín. El bergantín se hundió, el Amazon tuvo que ser reparado de nuevo y su tercer capitán marchó en busca de otro puesto.

Después de las reparaciones y del nombramiento de otro capitán, el Amazon volvió a América y, acto seguido encalló cerca de CowBay, en la isla de Cape Breton, Nueva Escocia.

A partir de ahí, la historia del Amazon se vuelve algo confusa. Fue sacado de las rocas y reparado, pero parece que fue vendido varias veces. Varios de sus propietarios quebraron y ninguno de ellos obtuvo beneficios de su contacto con el barco. Finalmente llegó a las manos de J. H. Winchester & Co., consorcio de armadores de Nueva York. A esas alturas, el Amazon ya no se parecía en nada al barco que salió del astillero de Joshua Dewis. Había sido agrandado, llevaba los colores norteamericanos y se llamaba Mary Celeste.

En algún momento de septiembre o a principios de octubre de 1872, el Mary Celeste atracó en el muelle 44 del East River de Nueva York, preparándose para recibir un nuevo cargamento y una nueva tripulación.

Benjamin Spooner Briggs

El nuevo capitán del Mary Celeste era un severo puritano de Nueva Inglaterra llamado Benjamin Spooner Briggs. Había nacido en Wareham, Massachusetts, el 24 de abril de 1835, y era el segundo de los cincos hijos del capitán Nathan Briggs y de su esposa Sophia. Era una familia de navegantes; además de su padre, sus cuatro hermanos también se hicieron marinos. Dos de ellos llegaron a ser patronos muy jóvenes; uno era Benjamin, quien ya había sido capitán de la goleta Forest King, la bricbarca Arthur y el bergantín Sea Foam. En años posteriores, muchos autores lo describieron como débil e ineficaz, un hombre cuyas creencias religiosas se habían transformado en una especie de perversión o manía, que había convertido su estricta abstinencia del alcohol -no lo admitía en su barco sino como carga- en algo parecido a una moral fanática. De hecho, Briggs era un hombre de creencias estrictas y sólidas convicciones religiosas, y, aunque no bebía, no era ningún monomaníaco. Quienes le conocieron le describían como poseedor de "un carácter cristiano" y como un capitán "inteligente y activo". También era accionista del Mary Celeste.

El primer oficial era Albert G. Richardson, que había participado como soldado en la guerra civil. Estaba casado con una sobrina de James H. Winchester y ya había servido con el capitán Briggs. Al parecer, era competente y digno de confianza, y se le estimaba mucho. El segundo oficial era Andrew Gilling. Había nacido en Nueva York, pero seguramente era de origen danés. De nuevo, no hay razones para sospechar que no fuera una persona recta y honesta. El cocinero y camarero, Edward William Head, procedía de Brooklyn (Nueva York) donde, según se dice, era respetado por todos. El resto de la tripulación estaba compuesto por cuatro marineros de origen alemán de los que poco se sabe, salvo que dos -ambos llamados Lorenzen- habían perdido todas sus posesiones en un naufragio anterior. Ninguno de estos alemanes parece haber sido mala persona.

También se embarcaron hacia lo desconocido la mujer del capitán Briggs, Sarah Elizabeth, hija del predicador de la iglesia Congregacionalista de Marion, Massachusetts, y su hija Sophia Matilda, de dos años. Su hijo mayor, Arthur Stanley, fue el único miembro de la familia que se quedó en casa.

A última hora del sábado 2 de noviembre de 1872 la tripulación subió a bordo y aseguró la carga. El barco transportaba 1.701 barriles de alcohol desnaturalizado, que eran enviados por Meissner Ackerman & Co., comerciantes de Nueva York, a H. Mascerenhas & Co. de Génova, Italia.

A primera hora del 5 de noviembre el barco piloto de Sandy Hook remolcó al Mary Celeste desde el muelle 44 hasta la bahía de Staten Island, Nueva York. El Atlántico estaba muy tormentoso para la época, y Briggs tuvo que echar el ancla durante dos días antes de aventurarse en alta mar, el 7 de noviembre. Pero aunque el Mary Celeste realizaría aún muchos viajes, esa fue la última vez que alguien vio a aquella tripulación.

Encuentro inesperado

El 15 de noviembre de 1872, ocho días después de que el Mary Celeste zarpara de Nueva York, el Dei Gratia salió con una carga de kerosene rumbo a Gibraltar. Su capitán, oriundo de Nueva Escocia, se llamaba David Reed Morehouse, y el primer oficial era Oliver Deveau. Ambos hombres, así como el resto de la tripulación, eran buenos marinos -como demostrarían los hechos subsiguientes- y sólo los sensacionalistas y los malintencionados han hablado mal de ellos.

El 5 de diciembre, poco antes de la 1 del mediodía, un miembro de la tripulación del Dei Gratia, John Johnson, que estaba al timón, avistó un barco a unos 8 km a estribor. A causa del mal estado de las velas y de su ligero "bostezo" (escora), llamó al segundo oficial, John Wright, y juntos fueron a buscar al capitán Morehouse. Después de observarlo con su largavista, Morehouse dio orden de ofrecerle ayuda.

A las tres de la tarde, cuando se hallaban a menos de 400 m del barco misterioso, el capitán Morehouse llamó varias veces pero, al no obtener respuesta, decidió enviar algunos hombres a investigar. Oliver Deveau, acompañado de Wright y Johnson, remó hasta el barco en peligro, y vio que se trataba del Mary Celeste. Johnson se quedó en el bote mientras los otros dos trepaban hasta la cubierta. El Mary Celeste estaba desierto.

Durante la hora siguiente, Deveau y Wright revisaron el Mary Celeste de proa a popa. La vela de esta fue hallada en la zona de proa, pero el trinquete y el trinquete superior habían volado de las vergas y se habían perdido. El foque, la vela de estay del palo mayor y la gavia inferior estaban izadas. El resto de las velas estaban plegadas. Algunas jarcias estaban enmarañadas; otras habían sido arrancadas por el viento y colgaban destrozadas. La driza superior -una soga rígida de unos 90 m de longitud, usada para izar la vela cangreja- se había roto, y faltaba la mayor parte. El timón giraba libremente y la bitácora había sido golpeada y estaba rota. La escotilla principal estaba cubierta por un encerado y sujeta, pero algunos de los encerados habían sido retirados y fueron hallados cerca de las escotillas. En el suelo de la cocina el agua alcanzaba una altura inferior a los 30 cm, y las provisiones para seis meses apenas se habían estropeado. Había abundante agua dulce.

Para abreviar: el Mary Celeste estaba en mejores condiciones que muchos de los barcos que cruzaban regularmente el Atlántico. Y, aparte de algunos signos que indicaban que el barco había soportado recientemente una tormenta, resultaba inexplicable que su tripulación lo hubiese abandonado.

En la mesa del camarote del capitán Briggs, Oliver Deveau encontró el diario provisional de a bordo. Decía: "Lunes 25. A las 5 llegamos a la isla de St Mary, en dirección ESE. A las 8, la punta este estaba al SSO, a 3 km de distancia." En el camarote del primer oficial, Deveau encontró un mapa que mostraba el rumbo del barco hasta el 24 de noviembre.

En el barco no se encontraron el cronómetro, el sextante, el libro de navegación y una pequeña yola o bote que había estado amarrada a la escotilla principal. Un trozo de barandilla había sido arrancado para lanzar el bote al agua. Esto, por lo menos, aclaraba la forma en que había desaparecido la tripulación: había abandonado el barco. Pero, ¿por qué? ¿Qué razones pudo tener un marino experimentado como Benjamin Spooner Briggs para abandonar un barco en perfectas condiciones metiendo a su mujer y a su hijita, con los siete miembros de la tripulación, en un bote pequeño y poco estable? Abandonar un barco es una medida desesperada, algo que sólo se hace cuando no hay otra alternativa; sin embargo, como declaró después uno de los tripulantes del Dei Gratia, el Mary Celeste estaba en condiciones de dar la vuelta al mundo. Entonces, ¿por qué fue abandonado?

Según las leyes marítimas internacionales, quien salva un barco abandonado tiene derecho a un porcentaje del valor del barco y su cargamento. Generalmente, esos barcos se han hundido, pero el Mary Celeste, que estaba a flote, y su carga valían una suma importante, y sus salvadores podían esperar unos 80.000 dólares. Al capitán Morehouse no le consumía la avaricia, como han sugerido testimonios posteriores, y de hecho se resistía a reclamar la recompensa por el Mary Celeste. No le sobraban los hombres, y el formar una nueva tripulación para el Mary Celeste implicaba que ambos barcos quedarían desprovistos en caso de emergencia. Pero Deveau terminó por convencerle.

A Deveau y a dos marineros, Augustus Anderson y Charles Lund, sólo les llevó dos días poner en orden al Mary Celeste, y después los dos barcos pusieron rumbo a Gibraltar. El Dei Gratia llegó el 12 de diciembre y el Mary Celeste a la mañana siguiente. Dos horas después de echar el ancla el Mary Celeste fue arrestado por Thomas J. Vecchio, de la Corte del Vice Almirantazgo.

El fiscal general de Gibraltar y abogado general de la Reina en su oficina de Almirantazgo era un burócrata excitable, arrogante y pomposo, llamado Frederick Solly Flood; consideró que el abandono del Mary Celeste sólo podía explicarse como resultado de asesinato y piratería. Sin la intervención de Solly Flood, el misterio del Mary Celeste seguramente se habría desvanecido en el olvido, pero sus acusaciones en las audiencias de la corte del Vice Almirantazgo atrajeron la atención del mundo.

Primero, Flood acusó a la tripulación -ausente- del Mary Celeste de haber obtenido acceso al cargamento de alcohol y haber matado al capitán Briggs, a su mujer, a su hijita y al primer oficial Richardson en una furia alcohólica. Es una teoría que fue propuesta muchas veces desde entonces, una vez por William A. Richard, secretario del Tesoro de los Estados Unidos, en una carta abierta publicada en la primera página del New York Times en 1873. Pero la carga era de alcohol desnaturalizado que, de ser bebido, hubiera provocado dolores agudos a los bebedores mucho antes de que pudieran emborracharse. Flood tuvo que abandonar su teoría.

Después sugirió que Briggs y Morehouse eran cómplices. Briggs, dijo Flood, mató a su tripulación, se deshizo de los cuerpos y después se dirigió en el bote a un destino prefijado con el capitán Morehouse que, mientras tanto, encontraría al Mary Celeste abandonado, lo llevaría a Gibraltar y reclamaría el dinero del rescate. Los dos se encontrarían después y dividirían sus ilícitas ganancias. La teoría podría ser plausible, pero no hubo ni hay pruebas de que Briggs y Morehouse fueran delincuentes. Además, Briggs era propietario de una parte del Mary Celeste y su parte del dinero del rescate equivalía al que tenía invertido en el barco. Flood acabó por desechar también esta idea.

Culpable hasta que se demuestre lo contrario

Su tercera sugerencia fue que el capitán Morehouse y la tripulación del Dei Gratia habían abordado al Mary Celeste y asesinado a todos los que estaban a bordo. Flood se esforzó por que el tribunal aceptara esto, pero lo único que logró fue crear una atmósfera de desconfianza en la que Morehouse y su tripulación eran considerados culpables hasta que pudieran demostrar su inocencia. Afortunadamente, la corte del Vice-Almirantazgo denuncio un abuso tan flagrante de la ley y limpió a Morehouse y a sus hombres de toda sospecha. Les concedieron una recompensa por el rescate que ascendió a 1.700 libras. Mucha gente opinó que debiera haber sido dos o tres veces mayor.

El Mary Celeste fue devuelto a James H. Winchester, y bajo el mando del capitán George W. Blatchford continuó su viaje hasta Génova, donde finalmente entregó su carga. Entonces, Winchester lo vendió -se dijo que con una considerable pérdida- y a lo largo de los 12 años siguientes el barco cambió de manos no menos de 17 veces. Ninguno de sus propietarios dijo nunca una buena palabra de él. Anduvo dando bandazos por la costa de los Estados Unidos, perdiendo cargamentos, velas y marineros, encallando e incendiándose con increíble regularidad. Parecía que el Mary Celeste era víctima, desde que fue botado, de una especie de maldición.

lunes, 1 de octubre de 2007

¿Realmente existen los duendes y las brujas?

Siempre nos hemos preguntado de pequeños que si realmente existen los duendes y las brujas como en los cuentos...

Bien os mostramos dos videos realmente fascinantes que te dejan sin aliento....